LIMINAR

Hemos querido, siguiendo a don José Manuel Rivas Sacconi, dividir este texto en dos partes con los subtítulos de las ciudades Bogotá y París que fueron el centro vital de Rufino José Cuervo, aunque el doctor Rivas señale solo las calles. En efecto nos dice: “De esta trama es obvio deducir los hilos conductores del desarrollo en el tiempo y en el espacio. / En cuanto a este, puede decirse que la mayor parte del apacible curso vital de Cuer­vo transcurre serenamente por dos calles famosas, la calle de la Esperanza y la rue de Siam, que son los dos canales en que confluye y de donde refluye casi toda su jornada terrenal. Las dos residencias son el punto de partida y la meta de todos sus pasos, y el centro de sus afanes y reposos. En la casa de la Candelaria ve el primer sol; ella es teatro de su infancia; en ella se prodiga con la mente y con la mano; de ella sale para regentar sus cátedras y, un buen día, para emprender un viaje sin retorno, más allá del océano. ¿Cuánto costó a Cuervo el abandono de la vieja morada? El precio es equiparable solo al objetivo conseguido. El tránsito de la casona solariega al acogedor departamento pari­siense representa la universalización del genio de Cuervo, que empieza a pertenecer al mundo entero. A la nueva residencia llega con los bríos de su envidiable madurez y con un bagaje de libros y apuntes; en ella reúne y cuida una preciosa biblioteca; estu­dia, consulta, redacta, corrige, discute, repasa; allí dicta su testamento; de allí parte para sus pesquisas en las bibliotecas públicas, para sus excursiones bibliófilas, para su misa y, una mañana de julio, para el cementerio del Père Lachaise” (Rivas, 1954, 157).

  1. En Bogotá

        Don Rufino José Cuervo Urisarri nació en la calle de La Esperanza del antiguo barrio de La Catedral (hoy La Candelaria) de la vieja y fría Bogotá el 19 de septiembre de 1844, al siguiente día era bautizado por el arzobispo, Monseñor Manuel José Mosquera. Su padre, el doctor Rufino Cuervo Barreto, fue una figura eminente de su época: periodista y abogado, político y gobernante, diplomático y hombre de letras. Su retrato aparece en la galería de los presidentes colombianos puesto que ocupó como vicepresidente la primera magistratura en ausencia del titular. Fue su madre, doña María Francisca Urisarri, una mujer admirable que en la buena y mala fortuna supo mantener el decoro de un hogar ejemplar.

Fernando Antonio Martínez inicia el estudio preliminar de las Obras de Cuervo diciendo: “Nada, aparentemente, pudiera haber hecho creer que llegaría a destacarse con perfiles tan recios, casi heroicos, como los que la posteridad le ha reconocido. Hijo de una época de trastornos sociales y políticos y crecido en una atmósfera impropicia de hecho a la meditación y al estudio, todo pudiera hacer pensar que el que después había de ser uno de los grandes filólogos del siglo XIX, difícilmente lograría superar las contingencias de la historia, el ambiente y la educación dominantes en su patria. Sin embargo, así fue. Y este esfuerzo solitario y desmesurado debe reconocerse como una de las virtudes del hombre que, venciendo los obstáculos más diversos, encarnó y transformó la sabiduría de su tiempo, dentro de las fronteras de su tierra, y la conformó a criterios y normas plenamente científicos” (Martínez, 1954, t. 1,  XIII).

Recibió don Rufino las primeras lecciones en su hogar bajo la tutela de su propio progenitor. Estudió en el Liceo de Familia, bajo la dirección de su hermano Antonio Basilio y del presbítero Antonio José Sucre; frecuentó las aulas del Colegio de don Santiago Pérez y las del Colegio de San Bartolomé.

La opulencia de los primeros años había desaparecido. La muerte temprana del padre, las revoluciones con sus empréstitos forzosos habían acabado con el capital amasado con trabajo y honradez. Por eso a los 23 años lo encontramos desempeñando cátedras de latín en el Colegio del Rosario y en el Seminario Conciliar para aliviar la penuria económica de la familia.

En 1867 publicó  en compañía de Miguel Antonio Caro, la Gramática de la lengua latina para el uso de los que hablan castellano.  En la Real Academia Española fue aplaudida y calificada de “obra magistral y la mejor de su género en nuestro idioma”.

También en este mismo año de 1867 inicia las Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, que tanta celebridad habrían de darle y que lo constituirían como el creador de la Dialectología Hispanoamericana. Este es el libro consentido de Cuervo, hizo seis ediciones de la obra, la primera salió en 1872, la última en 1914, tres años después de su muerte. Uno de los objetivos de las Apuntaciones es la unidad de los pueblos hispánicos: “Nadie hace tanto por el hermanamiento de las naciones hispano-americanas, como los fomentadores de aquellos estudios que tienden a conservar la pureza de su idioma, destruyendo las barreras que las diferencias dialécticas oponen al comercio de las ideas” (Cuervo, Obras, 1987, t. II, 6). Ortega Torres dice de las Apuntaciones: “La ciencia filológica de esta obra es tanta, tanta la doctrina, que ninguno de los preceptistas de gra­mática o correctores del lenguaje han prescindido de ese libro, considerado por todos ellos como modelo insuperable y guía certera. Cuervo mismo quiso hacerlo de gratísima lectura, «empleando en él todos los tonos, ya criticando con gravedad, ya jugueteando con festivas vayas, ya copiando lugares de los clásicos, ya con disquisiciones y conjeturas filológicas, ya patentizando los errores en que incurrimos con ejemplos de propia cose­cha, o sacados de obras de compatriotas nuestros». Tal lo advierte en el prólogo” (Ortega, 1954, 198).

En 1871 publica con Venancio González Manrique la Muestra de un Diccionario de la Lengua Castellana, que se convierte en semillero de reflexiones sobre la disciplina lexicográfica y el antecedente inmediato de su magna obra.

Cuando se constituyó la Academia Colombiana de la Lengua el 10 de mayo de 1871, don Rufino José Cuervo fue elegido para formar parte de los doce miembros fundadores de la corporación. Estaba próximo a cumplir 27 años de vida pero era ya reconocida su fama de gran filólogo, pues contaba en su haber con la publicación de la Gramática latina, obra escrita con don Miguel Antonio Caro, la Muestra de un diccionario de la lengua castellana, proyecto elaborado con don Venancio González Manrique y una serie de breves artículos que había publicado en los periódicos de la época, pero sobre todo, corregía ya las pruebas de imprenta de sus famosas Apuntaciones críticas sobre el lenguaje bogotano, e ideaba su monumental Diccionario de construcción y régimen que iniciaría formalmente el 29 de junio de 1872.

En 1874 publica la primera de las catorce ediciones que haría de las Notas a la Gramática Castellana de don Andrés Bello, con lo que la obra del ilustre venezolano ganó no solo la elegancia tipográfica que merecía tan importante obra, sino que ganó la precisión conceptual que le imprimiera la sabia mano del maestro Cuervo.

En 1875 recibió el nombramiento de correspondiente de la Real Academia Española. El padre Félix Restrepo nos comentaYa se daban cuenta en España de que había aparecido en el cielo de la raza un astro de primera magnitud. Con el rudo trabajo de la cervecería y con las eruditas investigaciones que iba publicando, alternaba Cuervo la labor docente(Restrepo, 1954, 145).

En vista del éxito que tuvo la Cerveza de Cuervo, pagadas todas las deudas, pudieron don Ángel y don Rufino realizar el ansiado viaje a Europa, con el ánimo de asistir a la Exposición de París del año de 1878.

De regreso a Bogotá ya habían tomado la resolución de fijar su residencia en París. Tres años de intenso trabajo los puso en condiciones de vender ventajosamente la fábrica, recoger otros dineros y emprender en 1882 el viaje sin regreso.

  1. En París

Una vez establecidos en la capital francesa, Don Rufino se entrega afanosamente a la edición de su Diccionario, del que se apresura a publicar un pequeño avance en 1884, que se llamó Prospecto.

Dos años después de la edición del Prospecto aparece el primer tomo completo (A-B) como fruto de 14 años de diligente investigación. El segundo volumen (C-D) se publicaría en 1893 con 7 años de diferencia con respecto al primero y 21 años después de iniciado el proyecto.

En 1944, Tomás Cadavid, decía del Diccionario: Leer en el Diccionario de construcción y régimen es embarcarse mar adentro. El autor, con erudición pasmosa y sagacidad filológica sin igual estudia cada vocablo; da las acepciones de él; fija su sintaxis general y particular; establece la evolución semán­tica y da la etimología, segura o probable y, aun a veces, tras largo y consciente discur­so, declara no hallarla./ El precitado Diccionario es una obra especial y única en las lenguas romances; sin duda alguna no se ha levantado edificio igual, como lo asegura el señor Cané, a la lengua de Castilla. Y saber que fue obra de un hombre solo que, tapiado en su apartamiento de París, durante veintinueve años, realizó lo que honraría a toda una academia de sabios. Littré tuvo muchos auxiliares y recibió grandes honorarios y se refiere que ya fatigado por el trabajo en su inmortal Diccionario dijo a un amigo: «le aconsejo que nunca piense en hacer diccionarios»” (Cadavid, 1954, 223).

Colabora en las revistas parisienses, Romania y Revue Hispanique y en el Bulletin Hispanique de Burdeos. Escribe prólogos para las obras de Fitzmaurice Kelly, para una edición de Cinco novelas ejemplares de Cervantes, La lengua de Cervantes de Cejador y Frauca y para la Ortografía castellana de Toro y Gisbert; prologa el Diccionario de costarriqueñismos de Carlos Gagini y el Nastasio de Francisco Soto y Calvo. Son suyas las presentaciones de los Libros de versos de Antonio Gómez Restrepo y la Fronda lírica de Julio Flórez.

Con su hermano, don Ángel, publican la Vida de Rufino Cuervo y noticias de su época, 1892, obra de obligada consulta para la historia de la primera mitad del siglo XIX.

En 1896 Don Rufino recibe del gobierno francés la condecoración de Caballero de la Legión de Honor. En este mismo año ocurrió la gran catástrofe de su vida: su hermano Ángel muere de pulmonía el 24 de abril. Cuervo se sintió desamparado y desde ese momento ni vio, ni quiso ver, sino la soledad que se cerraba cada vez más en torno suyo.

Ya desde 1891 Cuervo ofrecía los primeros síntomas de vejez prematura. Los resfriados y dolores de cabeza van a ser su continua pesadilla y los enemigos fatales de su laboriosidad. Veinte años soportó esta fatigante enfermedad.

El 17 de julio de 1911 muere a los sesenta y siete años de edad. Las exequias fueron, por su propia voluntad, humildes a más no poder, y no quiso que se aceptaran para ellas ni discursos ni coronas. Se celebraron en la iglesia de San Francisco Javier. Sus restos mortales reposan en París, en el cementerio del Père Lachaise.

Para finalizar

Don Ignacio Bosque de la Real Academia Española y uno de los más destacados gramáticos españoles contemporáneos, elaboró un artículo titulado: “En la cima de la filología”, para celebrar el Premio Príncipe de Asturias, 1999, concedido al Instituto Caro y Cuervo particularmente por la finalización del Diccionario de Cuervo. Nos permitimos transcribir el primer párrafo.

“El «Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana» de Rufino José Cuervo es una de las obras más importantes de la filología hispánica de todos los tiempos. Frente a un diccionario como los que habitualmente manejamos, el DCR no sólo proporciona información sobre lo que significan las palabras, sino que nos muestra con sorprendente detalle la forma en que se combinan para construir oraciones. Las acepciones de cada palabra están subdivididas en apartados que se articulan en función de las propiedades sintácticas de cada voz. Cada uno de estos apartados, a su vez subdivididos siguiendo también criterios sintácticos, se ilustran con centenares de ejemplos de todas las épocas. El resultado es una obra verdaderamente impresionante: ocho volúmenes de letra apretada que constituyen una fuente de consulta obligada para todos los que trabajamos en la sintaxis del español”. (Bosque, 1999, 31).

Edilberto Cruz Espejo

Referencias:

  • Bosque, Ignacio. “En la cima de la filología”, en La Razón, jueves 13 de mayo de 1999, p. 31.
  • Cadavid Restrepo, Tomás. “Rufino José Cuervo”, en Anuario de la Academia Colombiana, tomo XI, Bogotá, Imprenta Banco de la República, 1954, págs. 212- 231.
  • Martínez, Fernando Antonio.  “estudio preliminar”  en Cuervo, Rufino José, Obras, (tomo I), Bogotá, Instituto Caro y Cuervo, 1987.
  • Ortega Torres, José J.  “Algo sobre don Rufino José Cuervo”, en Anuario de la Academia Colombiana, tomo XI, Bogotá, Imprenta Banco de la República, 1954, págs.187-205.
  • Restrepo, Félix. “Rufino José Cuervo” en Anuario de la Academia Colombiana, tomo XI, Bogotá, Imprenta Banco de la República, 1954, págs.139-155.
  • Rivas Sacconi, José Manuel. “Visión de Cuervo” en Anuario de la Academia Colombiana, tomo XI, Bogotá, Imprenta Banco de la República, 1954, págs.156-161.